Con este artículo quiero compartir ideas con el fin de disipar algunos mitos y desmontar estereotipos presentes en la última editorial [iconoclasta.noblogs.org/?p=189] de la publicación Rabia y Acción.
Sin perderme en citaciones textuales (reeenvío, a través del siguiente enlace, directamente al escrito mexicano – [iconoclasta.noblogs.org/?p=195 ]) y sin buscar apoyo en personajes que se formaron exclusivamente a través de estudios académicos, no quiero ofender a nadie ni aplicar criterios de juicio al estilo “correcto / incorrecto”. – Creo que el sistema tecno-industrial (STI) sea sólo una de las consecuencias del universal sistema de dominación y que los dos, ahora, no puedan ser considerados en absoluto como independientes. “Universal sistema de dominación” se traduce realisticamente en: cada cultura tiene sus propios sistemas de dominación (sexista, especista, cualquiera que sea); simplemente, en algunas partes del planeta, más que en otras, estos sistemas de dominación fueron, en la práctica , reforzados por un STI. Por eso, yo no puedo compartir la opinión de que la domesticación de animales y del Hombre no se da por medio de las grandes industrias (que son parte del STI) a menos que no se agregue “sólo por las grandes industrias”. De hecho, parece que tal domesticación tenga, por desgracia, sus orígenes mucho más distantes (paleolíticas o neolíticas es irrelevante).- Es evidente el utilizo descarado de un estereotipo evolucionista/colonialista: definir los grupos humanos “tribus salvajes” es, en realidad, el reflejo de los mitos culturales que nacieron (y se fortalecieron) en los últimos 150 años por unas políticas colonialistas llevadas a cabo por los países ricos llamados occidental en la creencia de ser evolutivamente superiores a los “pueblos no-civilizados” (en los países colonialistas, entre otras cosas, el STI apareció cronológicamente antes que en otros). Además, considerar estas “tribus” capaces de vivir como hace miles de años en medios naturales significa, en mi opinión, caer en un otro mito, que es diametralmente opuesto a lo que acabo de mencionar: la exotización de lo que es ajeno a tu propia cultura y el estar convencidos de que sea maravilloso. Más allá del hecho de que “hace miles de años” y “armonía con la naturaleza” son dos temas de una amplitud que desconciertan para tratar con ellos en el presente texto, yo soy de la opinión que:
a) lo que sucedió hace miles de años nadie puede probarlo (¿tal vez no sean el resultado de un STI esos métodos “científicos” que presuntamente nos dicen con certeza cuanto era bello o malo el mundo ekis tiempo atrás?).
b) El concepto de armonía con la naturaleza es culturalmente un invento. No sólo cada cultura desarrolla su propia idea de naturaleza, sino que la armonía con ella es percibida como tal por aquellxs que viven a menudo de una manera totalmente opuesta (¡cuál armonía con la naturaleza, por ejemplo en la selva tropical, puede vivir un ser humano nacido y crecido hoy en día en la ciudad?). Además, el hecho de considerar el equilibrio natural frágil o pervertibile refleja una concepción demasiado estática de aquella inmensidad (para el hombre, afortunadamente, aún en parte desconocida) que nos gusta llamar “naturaleza”.
– A la luz de todo esto, yo me pregunto lo que podría ser la racionalidad (además de ser una invención cultural más)! Si es esa que nos enseñaron en los escritorios de la escuela, entonces prefiero aquella locura que nos lleva a revolverlos… y, si yo quisiera salvar dicha enseñanza, es antropocentrista el hecho de considerar la especie humana como si fuera la única capaz de utilizar dicha racionalidad. ¿Desde cuándo hay que alejarnos de las emociones o, más bien, hay que salvarlas sólo si sucesivas a la razón, considerada el motor de la acción? ¿Qué tiene de racional la elección de no liberar a un animal enfermo, por el hecho que no podía disfrutar de una vida en libertad? Entonces los ensañamientos terapéuticos que las instituciones hospitalarias (también fruto del STI) dispensan a los seres humanos no tendrían que dar ganas de liberar a los “enfermos” donando a ellos el último minuto de vida libre? ¿Lo mismo tendría que decirse para los presos con enfermedades terminales? El instinto de liberar (el “quién” lo dejo a la sensibilidad individual e… individualista), destruir, quemar, sabotear es tal vez inseparable de aquella brillante (¿racional?) emoción que es el odio hacia todas las autoridades? El sólo hecho de desear destruir todas las formas de dominación es suficiente para mí para derribar cualquier intento de separación entre la racionalidad y la emotividad. En conclusión: las contradicciones de la editorial en cuestión son tan torpes que la única racionalidad que percibí es aquella relacionada con el alejamiento de la anarquía!
Con instinto de destrucción
Delirium tremens